martes, 31 de agosto de 2010

Anatemas, del dolor a la poesía de René Silva Catalán.

El verdadero sentido de escribir un libro, es que sea leído por un público objetivo, ya sean estos novelas de vampiros o cuentos para niños, así en poesía nos encontramos con libros que son más de lo mismo y otros libros que traen implícito un lenguaje y una forma que los hace especiales, este es el caso de “Anatemas”, primer poemario publicado por René Silva Catalán, escritor de San Bernardo, que bajo el sello de Editorial Fuga tuvo su lanzamiento el 15 de enero de 2010 y pudimos conocer en las lecturas de Café Manco en Librería Cervantes de Rancagua.
Si nos detenemos a realizar un análisis de esta obra, nos encontramos con varias partes que necesitan una intensa relectura, como si René Silva Catalán intentara escribir un códice maya o un acertijo de los textos antiguos, de hecho en ocasiones ocurre la múltiple interpretación del poema, hecho que nos señala que estamos en presencia de un texto realmente poético y universal, sin caer en el lugar común, gran mal de la poesía de alguien que escribe su primera obra. Tal vez por esto es que este escritor se guardó tanto de publicar, solamente hasta estar completamente seguro de que su poesía llegó al punto
de madurez, tal como lo cita en Intelectus:

Ahora ya sé quien soy
El prójimo de las escrituras
Sin agua ni merced
Me llamaron varón

Un graffiti cualquiera en una pared que imagina
Dibujar lo que fuese
Menos a Dios en una sola O

Dividir el libro en dos capítulos, que en sus iniciales son INRI, Ignea Natura el primer bloque, Renovatum Integra el segundo, ya nos acerca a los tiempos del cristanismo antiguo, a las catacumbas y a esa traducción de los Gnósticos: El Fuego Renueva Incesantemente a la Naturaleza, todo se renueva, a través del fuego, a través del dolor y la muerte de algo.
La escritura de Anatemas está cargada de una eterna lucha entre la cotidianeidad de lo religioso y el pecado, visto desde un punto alterno, sin buscar la postura religiosa o hereje, con la familiaridad de un amigo se refiere a cosas de uso corriente, como la cruz, cito el texto En un instante:

Una carcajada mía
Es como un anfiteatro pobre
Con su público de espanto
Allí te encuentro abotonada

Como una medalla de santo mujeriego
Te llevo colgada al pecho

En estas lecturas, uno puede adentrarse en el ser de la pérdida, la miseria del mundo, la tristeza, el amor universal y la cercanía familiar a eso que es superior y que llamamos Dios, esto queda claro al leer varias veces textos como Maestro, Verbo, Dunguve y 777, con los cuales finaliza el primer capítulo.
Realmente las lecturas del escritor se notan, pues utiliza palabras (desde el título Anatemas), que nos inducen al mundo de religiosidad, pesar y comprensión en escalas que requiere este libro, cosa que nos advierte en su primer texto, Confesión:

Perdóname si mis palabras te recuerdan
Una tormenta sin rostro
Izando su pañuelo
En el umbral tibio de tus profundidades

Perdóname cuando vuelva a las sombras
Descubierto por el silencio de tu puño

Pero cuando uno escribe y pide perdón, solamente es para advertir lo citado anteriormente, el mundo de Anatemas es algo distinto en la poesía actual, lejos de las performances y las luces, lejos de los lugares comunes, como yo siento esto o aquello, rozando desde la orilla las situaciones personales, como en M2:

Ayer soñé con nuestra casa
Soñé que no se nos llovía

Soné con la pintura que más nos gusta
La de las cejas largas del abuelo Juan

Soñé

Qué le diría a la vida si nos preguntara
Si es de católico o de ocultista
Desayunar cada domingo temprano
En la cama juntitos los tres

Si seguimos escudriñando en poemas como Padre, Madre, La Casona, Viernes Santo y Septiembre Tres, podemos descubrir ese rasgo de dolor en la familiaridad de la vida, ese perdernos y sumirnos en la vida nuevamente, como barcos o pájaros pescadores.
No puedo terminar esta lectura de Anatemas, sin referirme a A EME, poema que es un conectarse con el más allá, con las dimensiones internas del ser humano, un conectarse con el dolor y el recuerdo, con el amor del ser humano y el deseo de ser feliz, lo cual creo es un deseo colectivo, lo que cambia son las motivaciones. Esas motivaciones que son conocidas por las personas que han tenido una experiencia límite o una situación de profundo dolor.

Esta mañana si…

Yo te vi en mis penas
Yo te vi en el arrepentimiento de lo que digo
Yo te vi en la ventolera elevada por la vida y la muerte
Juan yo te vi a los demás les da lo mismo

Juan hasta mañana.

Finalmente el libro cierra con un comentario de Felipe Ruiz, poeta que reafirma lo dicho por René Silva Catalán, haciendo un estudio por su poética llena de lo oculto, de la palabra clara, pero que encierra un misterio, porque la poesía necesita de ese misterio, de esa magia, de eso que la hace especial y que no puede ser enseñado, debe ser descubierto con las lecturas, con la vida misma.
En otra ocasión comentaremos otra poética, otro libro.

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